Rubén Moraga
Hoy en pleno siglo XXI, enfrentados a una globalización cada vez más desigual, donde el surgimiento de un mundo multipolar con un multilateralismo efectivo, el sur global se convierte en un actor relevante con el desarrollo de sus economías y el surgimiento de los BRICS, lo cual tensiona y desafía la imposición de un mundo unipolar. En este escenario se desarrollan la disputa política, ideológica y cultural con las fuerzas reaccionarias y sus avances, que van instalando un nuevo sentido común en la sociedad y por otra parte la existencia un movimiento progresista y popular insulso que abandona sus banderas de lucha de clase, de la totalidad y se desperfila en reivindicaciones identitarias, de nichos, abandonando a la clase trabajadora, dejando los espacios para una oleada neofascista que seduce con discursos de progreso y libertad.
En estas épocas de incertidumbre y de tiempo liminal, se cumple el centenario de la muerte de Luis Emilio Recabarren, quien fue uno de los pilares del movimiento obrero en Chile y un luchador incansable por la justicia social, dejó un legado político que sigue siendo sorprendentemente relevante y vigente en la actualidad, fue una figura clave en la historia política y social de Chile, representó una lucha incansable por los derechos de los trabajadores y una visión de justicia social que se adelantó a su tiempo.
Fue un hombre rebelde que se alzo como constructor de sueños colectivos y fue sembrando la semilla que sigue germinando en cada uno de los hombres y mujeres con conciencia; sus escritos no eran solo tinta y papel, sino armas de ideas que despertaban corazones dormidos y encendían la chispa de la organización. En estos escenarios actuales Recabarren estaría levantando las banderas del socialismo y de las luchas populares con un sentido de clase poniendo la contradicción capital trabajo en el centro de las demandas y al trabajador como sujeto principal.
Hoy en un mundo globalizado, donde la economía neoliberal ha consolidado su dominio y las nuevas tecnologías como la inteligencia artificial (IA) y las redes sociales modelan las dinámicas sociales, el pensamiento y la acción política de Recabarren siguen teniendo una vigencia sorprendente. Los valores que defendió continúan siendo fundamentales para cuestionar y desafiar las desigualdades, así como las formas de explotación que aún persisten y se profundizan.
La globalización ha permitido que las grandes potencias económicas y las corporaciones multinacionales ejerzan un control sin precedentes sobre los mercados laborales, amplificando las desigualdades sociales que Recabarren tan acertadamente identificó en su tiempo. La lógica del neoliberalismo ha intensificado estas disparidades, al mismo tiempo que ha promovido un individualismo que socava las bases de la solidaridad colectiva. Recabarren, abogo por la organización de los trabajadores y su unidad frente a los poderes establecidos, hoy estaría denunciado cómo la globalización ha creado una clase de superricos globales mientras mantiene a millones de trabajadores atrapados en empleos precarios y desprotegidos e instando a la sindicalización y organización de la clase trabajadora en sus nuevas expresiones.
En este escenario, el surgimiento de un mundo multipolar y multilateral ofrece una oportunidad para cuestionar el orden económico y político impuesto por las grandes potencias occidentales. En un contexto global más equilibrado, con actores como China, India y Rusia ganando influencia, las luchas por la justicia social no deben limitarse a una única región, sino que deben ser parte de un movimiento internacionalista. Recabarren quien impulsó la solidaridad obrera más allá de las fronteras nacionales, vería en este mundo multipolar una posibilidad para renovar y reforzar las luchas por la igualdad y la dignidad humana.
Por otro lado, la IA y las redes sociales, tecnologías que dominan la vida cotidiana en el siglo XXI, tienen un impacto profundo en las relaciones laborales, sociales y políticas. La IA, aunque promete avances en eficiencia, también plantea el riesgo de acelerar la precarización del trabajo, transformando la economía global. Mientras algunas voces celebran el potencial de la IA para mejorar la productividad, muchos temen que esta tecnología conduzca a una mayor precarización del trabajo, desplazando empleos y consolidando la concentración de poder en manos de unos pocos conglomerados multinacionales. Luis Emilio Recabarren sería un firme crítico de la automatización indiscriminada y de cómo esta se utiliza para beneficiar a las grandes corporaciones a expensas de los derechos laborales. Al igual que en su época, el reto está en cómo organizar a los trabajadores para que no sean meros instrumentos de un sistema económico que explota la tecnología en beneficio de unos pocos profundizando las desigualdades y aumentando el control de las élites multinacionales sobre la fuerza laboral.
Las redes sociales, se han convertido en un espacio fundamental de interacción y al mismo tiempo son una herramienta de control y manipulación, son un campo de batalla ideológico. La información que circula en estas plataformas, a menudo distorsionada por algoritmos que priorizan el sensacionalismo y la polarización, contribuye a crear sociedades fragmentadas, donde el pensamiento crítico se diluye en medio de la sobreabundancia de datos. Recabarren, defensor de una educación política sólida, habría sido un crítico feroz de la manera en que las redes sociales, bajo el control de grandes empresas tecnológicas, modelan el comportamiento colectivo y promueven una visión individualista y consumista de la vida. Hoy Recabarren estaría instado a los movimientos sociales y políticos actuales a utilizar estas herramientas para fomentar un pensamiento crítico y una mayor organización popular. En su tiempo comprendió la importancia de la conciencia política de clase trabajadora y la educación para transformar la sociedad, prueba de ellos son su quehacer y escritos en la prensa obrera de su época y la educación mediante manifestaciones culturales como el teatro, como una herramienta de emancipación de la clase obrera.
En ese contexto el compromiso de Recabarren con la cultura y el feminismo es otro aspecto crucial que mantiene plena vigencia. En su época, el sindicalismo no solo luchaba por la mejora de las condiciones laborales, sino que también promovía una visión más amplia de transformación social, donde la igualdad de género ocupaba un lugar central. Hoy, en un mundo donde las luchas feministas y la reivindicación de los derechos de las mujeres son una de las fuerzas más potentes de cambio social, Recabarren habría sido un aliado de esta causa. La lucha por la igualdad de género y la justicia social son inseparables, y en un contexto neoliberal que explota tanto a las mujeres como a los trabajadores, sus ideas sobre la equidad y la solidaridad siguen siendo más necesarias que nunca.
En el Chile desigual, de las y los trabajadores precarizados, el país del sujeto individual, donde los caudillos ponen sus intereses personales por sobre los del colectivo, en el Chile carente de organización; la fuerza, tenacidad y sapiencia de Recabarren nos indica que está en nosotros el poder de transformar nuestro destino.
En tiempos de profundos cambios, su legado sigue siendo un llamado a la acción, un recordatorio de que la lucha por la justicia social es un imperativo que trasciende las fronteras y las épocas. Luis Emilio Recabarren, lejos de ser una figura del pasado, sigue siendo una referencia fundamental para los movimientos sociales y políticos del siglo XXI, su visión de una sociedad más justa, equitativa y solidaria es un guía de acción para las generaciones actuales que luchan contra los efectos deshumanizantes de la globalización, la tecnología y las políticas neoliberales.