Mario Amorós
Tras el fin de la Primera Guerra Mundial, la agitación revolucionaria que irradiaba la victoria bolchevique sacudía buena parte de Europa, con la insurrección espartaquista de enero de 1919 en Alemania, las experiencias revolucionarias de tipo soviético en Baviera, Hungría y Eslovaquia entre marzo y agosto de 1919, el “trienio bolchevique” en España (1918-1920) o el “bienio rojo” en Italia (1919-1920). Las simpatías por la Rusia soviética se expresaban ya en la defensa abierta de la adhesión a la Internacional Comunista (IC), fundada en marzo de 1919.
Así, la Agrupación Socialista Madrileña solicitó a la Comisión Ejecutiva del PSOE la celebración de un plebiscito sobre este punto, pero su presidente, Pablo Iglesias, intervino para lograr que un Congreso Extraordinario debatiera el asunto. Se celebró entre el 8 y el 15 de diciembre de 1919 en Madrid y el PSOE aprobó permanecer en la Segunda Internacional y trabajar por la fusión de las dos internacionales de matriz marxista; si no era posible, se acordó la incorporación a la promovida por Lenin.
En aquellos mismos días, llegaron a España desde México los dos primeros delegados de la Internacional Comunista: el ruso Mijail Gruzenberg y un ciudadano estadounidense, Charles Phillips, quienes utilizaban los nombres clandestinos de “Borodin” y “Jesús Ramírez”. De inmediato, en enero de 1920, se constituyó en Madrid el Grupo pro-Tercera Internacional y a partir de la difusión de un manifiesto dirigido “a los socialistas españoles” emprendieron una campaña de propaganda por la inmediata incorporación del PSOE a la IC. Singularmente, “Jesús Ramírez” estimuló las posiciones radicalmente bolcheviques del núcleo dirigente del Comité Nacional de las Juventudes Socialistas, que con un sorpresivo golpe de mano declaró, el 15 de abril de 1920, que se transformaba en el Partido Comunista Español, al que condujo a un millar de los cinco mil militantes de las JS.
A pesar de aquella escisión, el debate interno en el PSOE prosiguió en un nuevo Congreso Extraordinario, entre el 19 y el 25 de junio de 1920, que aprobó la incorporación a la Tercera Internacional aunque supeditada a tres condiciones: la autonomía para elaborar su estrategia política, la opción de revisar en sus congresos los acuerdos adoptados en Moscú y la apuesta por la unidad del movimiento obrero internacional de filiación marxista, participando en los congresos supranacionales que pudieran convocarse con tal finalidad.
Un mes después, el II Congreso de la Komintern, con una participación masiva de delegados llegados de fuera de Rusia, concretó en veintiuna condiciones los requisitos planteados a los partidos que quisieran adherirse: entre otras, asumir la denominación de partido comunista, depurar a los elementos reformistas, instaurar el centralismo democrático o aceptar sus decisiones estratégicas. Por tanto, en diciembre de aquel año, Lenin y el Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista expresaron al PSOE el rechazo a su pretensión de adhesión condicionada.
El 9 de abril de 1921, se inició en el teatro de la Casa del Pueblo de Madrid el tercer y último Congreso Extraordinario del Partido Socialista Obrero Español que debatió su adhesión a la Internacional Comunista. En los meses anteriores este debate ya se había resuelto definitivamente en países como Francia, donde en el Congreso de Tours la mayoría de los delegados socialistas aprobó la fundación del Partido Comunista Francés, e Italia, donde fue la minoría del Partido Socialista la que, tras su derrota en el Congreso de Livorno, fundó el Partido Comunista Italiano.
Finalmente, este Congreso del Partido Socialista decidió, por 8.808 votos contra 6.025, rechazar las veintiuna condiciones de la IC y aprobó la adhesión a la Asociación Obrera Internacional de Partidos Socialistas, fundada en febrero en Viena. En la jornada final, en nombre de los delegados terceristas, Óscar Pérez Solís leyó una declaración con la que justificaron el abandono del PSOE por “la adhesión sin reservas que hemos prestado a la Internacional Comunista”. “Hay un divorcio evidente e irreductible entre la doctrina de Viena y la doctrina de Moscú; entre los métodos tácticos de la Internacional Comunista y los de la Comunidad de Trabajo de Viena”, afirmó. “No queremos permanecer más entre personas y cansadas legiones que parecen esperar del tiempo la consumación de una obra para la que no se sienten capaces. Queremos estar en la Internacional de la acción, que no mide la magnitud de los peligros, ni la dureza de los sacrificios, al emprender el camino de la revolución social”. Y partieron hacia la Escuela Nueva, donde proclamaron la constitución del Partido Comunista Obrero Español.
El 14 de noviembre de 1921, a instancias del Comité Ejecutivo de la IC, se firmó en Madrid el acta de fusión del Partido Comunista Español y del Partido Comunista Obrero Español, que dio lugar al nacimiento del Partido Comunista de España, “Sección Española de la Internacional Comunista”. Un mes y medio después, en Rancagua, el Partido Obrero Socialista aprobaba su conversión en el Partido Comunista de Chile.