Kemy Oyarzún
Académica U. de Chile
“El hombre quiere para sí la mejor mujer del mundo, pero no piensa en ser el mejor hombre para aquella mujer”. Recabarren
“Gota a gota el agua rompe la piedra”, dijo Recabarren mientras vivía lo que él llamó una “revolución en espera”, sumido en la “república de huérfanos” que era el Chile de su tiempo. ¿Es Ud. anarquista, socialista, demócrata?—le habrían preguntado. “Qué soy yo? Soy socialista revolucionario”, responde. Unidad en las tareas. Valentía en la mira al futuro. Es que lo táctico y lo estratégico, la propaganda y la acción son lo suyo, aunque cueste articularlos, aunque en esa dialéctica se vaya la vida. Muchas veces fallan contra la mancomunal por atentar contra la autoridad. Pero se lo ve galopando por la playa– cuenta Fernando Alegría en 1938–, de un sindicato a otro, de una industria a otra, en minas y oficinas salitreras. A pleno sol. Lo suyo son las palabras, palomares de voces, martillos de voces intranquilas, lenguas de acero para la reflexión y la acción. El tipógrafo escribe y arma discursos con habilidad de artesano, con ejemplos cotidianos: el espanto de un brazo cercenado por la máquina, un bote hundido por la tempestad. Lo atrapan en plena pampa, pero cuentan que manos desconocidas cortan sus ataduras. Hombre sencillo. Habla entre chistes, entre voces, ideas y sentires que llegan a la gente. De tú a tú. Quiere que se sepa, quiere que las letras tengan ojos y cuerpo, que puedan decir lo que nadie dice, palabras que martilleen: extranjeros usurpan nuestro salitre, las ciudades son nuevos feudos, las salitreras, un “civilizado infierno”, sin la igualdad de hombres y mujeres no habrá revolución. Y regala su primera imprenta, “La democracia” a la mancomunal de Tocopilla, en su fundar periódicos. “La Vanguardia”, “La Reforma”. Afirma su ateísmo. No cree en los juramentos. Se pierde una y otra vez en la multitud a celebrar el triunfo de las mancomunales, en plena pampa. Una y otra vez un pueblo sin armas se enfrenta a una carga de fusiles, puñales, ametralladoras. Una y otra vez caían decenas, centenares de cadáveres. Pero los trabajadores votan su referente: con papelitos arrugados. Recabarren y Libano son elegidos por Antofagasta y Tocopilla. Se acercan las elecciones parlamentarias de 1906 y ya ha fundado dos periódicos, “El Proletario” y “El trabajo” en los que escribe sobre la Comuna de París. Dice que entre los medios para hacer la revolución está el parlamentarismo, aunque cuando llega allí, atacado por Alessandri, asume un desencanto: “en esta Sala es norma hablar con careta y con lengua de billete” (Alegría, p. 100). Más tarde se le acusa de haber cometido fraudes en la elección de Antofagasta y como estaba enfermo no logra acudir al parlamento a demostrar su inocencia. Lo eliminan tácitamente de la cámara. Se repite la votación de Antofagasta y gana, aunque se prepara un nuevo golpe contra él. Le acusan de haber salido de la cárcel para sentarse en los bancos congresales. Una y otra vez a la cárcel: “esa prisión es la más hermosa aureola que corona mi frente”. Finalmente, espera que lo juzgue la historia, porque el pueblo es “más grande que nosotros” (100). En 1907 parte a Buenos Aires y en 1908 se embarca hacia Europa. Cuenta un historiador del cine chileno que en Buenos Aires se habría encontrado por primera vez con una máquina fílmica, que junto a un ex anarquista chileno, Recabarren habría “copiado” la máquina y la habrían armado a su regreso a Chile. Como buen pensador de multitudes, el arte le importaba; era la “creación mancomunal” más poderosa y caía como pan fresco entre los pobres. En Europa había encontrado un proletariado triunfante, de orientación marxista: Alemania, Francia, Rusia, Suiza y España. Recabarren regresa de esa gira con renovadas energías y creatividad. “El socialismo en Chile crece como un océano de banderolas rojas”, dice. Ya se había separado de Guadalupe, la madre de su hijo con quien lamenta no compartir su proyecto revolucionario. Estaba ahora emparejado con Teresa Flores, su compañera de vida hasta el final. “Quiero verme confundido contigo entre enormes multitudes/hacer del amor la vida”, le decía y la invitaba a compartir sus giras: “Ven, tú que sabes hablar con el alma al alma de los hombres”, a los trabajadores y trabajadoras de la pampa. Es ya Mayo de 1912. Los trabajadores de la pampa se retiran del Partido Demócrata y fundan la primera sección del Partido Obrero Socialista (POS). Recabarren publica El Despertar de los trabajadores y da un discurso sobre el socialismo en el Teatro Victoria antes de partir a las salitreras. Se encuentra con Belén de Sárraga, feminista libertaria, con quien Teresa Flores y él venían consolidando centros femeninos de igualdad en Valparaíso, Iquique y Antofagasta. Y se une en Iquique con Elías Lafertte, un “obrero de hierro gris en el pecho, de suaves alas de paloma en el cerebro”. Al llegar son sorprendidos por un desfile de mujeres y del gremio de panaderos. Teresa Flores abre con un discurso y Recabarren continúa. “Pensemos, igual la mujer que el hombre”, dice y funda el diario “El Socialista”. Va en giras por el Sur con Teresa, su “hermana en la miseria de hoy, hermana en la grandeza social del porvenir”. Juntos dictan conferencias sobre la mujer. Enamórate de la idea le dice. “Quiero que de tu corazón y el mío brote una sola palpitación. Tu irás bebiendo de mis labios el amor que yo beba en tu alma. Quiero verme confundido contigo entre enormes multitudes”, hacer del amor la vida, “hacer del amor un culto privado y público”. En 1916 realiza un nuevo viaje a Buenos Aires, ahora con Teresa Flores. La guerra mundial entre el capitalismo y el proletariado se ha convertido en guerra implacable y Recabarren se da a la tarea de crear la Tercera Internacional marxista justo en momentos en que individuos desconocidos atacan el local del “Despertar de los Trabajadores” en Iquique (1919) y el Gobierno establece Estado de Sitio. Frente a los horrores de la guerra, en 1921 clama: el “amor (es) formidable rebelión contra la causa de los odios”; “no pueden existir juntos el amor y la injusticia”. Su vida y su trágico suicidio dejan tareas desde las cual reevaluar nuestro presente pos Revuelta de 1919-22, el rechazo de una Nueva Constitución y los horrores en Gaza.