Jaime Insunza Becker
El golpe de estado del 73 ha sido definido preferentemente como militar o cívico militar. En esas definiciones tiende a quedar excluido un actor y factor principal y determinante: la intervención directa y fundamental del imperialismo estadounidense.
Acorde a los documentos secretos que fueron recientemente develados, ya el 15 de septiembre de 1970 Richard Nixon, entonces presidente de Estados Unidos, ordenó una intervención directa y soterrada para evitar que Salvador Allende llegara a La Moneda o, de no ser posible, derrocarlo.
Para ello se planearon diversas fórmulas, incluyendo presiones sobre el presidente Frei Montalva y la DC – que quedaron registradas en documentos secretos. El presidente Nixon exigía un cambio de régimen en la nación sudamericana que se había convertido en la primera en el mundo en elegir libremente a un presidente socialista y podría convertirse en un ejemplo a seguir por otros países latinoamericanos y europeos y, consecuencialmente, debilitar el poder de EE.UU.: Allende se convirtiera en un modelo para otras naciones de América Latina y Europa, amenazando el control y las alianzas de Estados Unidos.
Como se desprende de los documentos develados, la operación política imperial comenzó inmediatamente culminada la elección. Previo a la asunción se intentó un golpe militar, que fue rechazado por el Ejercito – “En respuesta, Korry envió otro telegrama detallado titulado «Respuesta del Embajador a la Solicitud de Análisis de Opción Militar en la Situación Chilena Actual “El ejército chileno, informó, «no repetirá ni actuará para evitar que asuma Allende, salvo situación poco probable de caos nacional y violencia generalizada”. Korry advirtió que “no existen oportunidades para nuevas acciones de Estados Unidos para presionar al ejército,”; se presionó a E. Frei, como hemos dicho, que también habría rechazado.
Ante ello, ratificado Allende por el Congreso, se implementó un plan de desestabilización político y económica para crear justificación para un golpe. En ese marco enfatizaban la necesidad de una agitación económica para crear una justificación para el golpe.
Siguiendo las instrucciones que Richard Nixon dio a Helms hace 50 años se puso en marcha una serie de los actos más infames en los anales de la política exterior de Estados Unidos. Para ello, la CIA pronto se centró en proporcionar armas, fondos e incluso pólizas de seguro de vida para los operativos militares chilenos para destituir al comandante en jefe de las Fuerzas Armadas chilenas. En ese marco, el general René Schneider, que se oponía a un golpe, fue asesinado el 22 de octubre de 1970, Schneider fue interceptado y baleado cuando se dirigía al trabajo. Murió el día siguiente. Su asesinato, apoyado por la CIA, se convirtió en uno de los casos más legendarios de participación de Estados Unidos en el asesinato de líderes extranjeros. El esfuerzo encubierto a corto plazo de la CIA para bloquear la toma de posesión de Allende se convirtió en un esfuerzo clandestino prolongado por tres años para desestabilizar su capacidad para gobernar, creando el «clima golpista» que condujo directamente al golpe militar del 11 de septiembre de 1973 dirigida por el general Augusto Pinochet. En ese marco se desarrolló el paro de los camioneros el 72, el acaparamiento organizado por los gremios patronales y el consecuente desabastecimiento, el “tanquetazo” y múltiples otras acciones desestabilizadoras promovidas y financiadas por la CIA y ejecutadas por los “patriotas”.
Pese a todo ello, las elecciones parlamentarias de 1973 marcaron una importante victoria para la Unidad Popular y el Presidente Allende, que elevó su porcentaje de votación del 36,6 de 1970 a un 44,03 en marzo del 73. El avance en el cumplimiento del programa, la nacionalización del cobre, la aceleración de la reforma agraria, el congelamiento de los precios de las mercancías, el aumento de los salarios, generaban confianza ciudadana.
Todo ello aceleró el plan imperialista y de la derecha. Se produce el “tanquetazo” en Junio, en Julio es asesinado por Patria y Libertad, Arturo Araya, edecán naval del Presidente Allende.
El 23 de Agosto de 1973 el General Prats renuncia a la Comandancia en Jefe del Ejército por presión de otros generales y manifestaciones de grupos de derecha en su domicilio. Su reemplazo por Pinochet, produjo un cambio decisivo.
Sé podría inclusive decir que las FF.AA. fueron las últimas en subirse al carro imperialista. De hecho, salvo Pinochet designado, como sabemos, semanas antes del golpe, al igual que Leight, ninguno de los Comandantes en Jefe que lo eran hasta el 10 de septiembre, permaneció como tal después del golpe.
Los documentos develados de la CIA dejan absolutamente claro que el gran promotor, financista y ejecutor del golpe fue el imperialismo estadounidense. Los “patriotas”, los que se llenan la boca con “democracia”, el “servicio al país” , fueron simples títeres de una potencia extranjera y de sus intereses, que como quedó en evidencia en los años de la dictadura, no sólo fueron criminales que asesinaron, torturaron, hicieron desaparecer, persiguieron a miles de chilenos, sino , también, llevaron a millones a la pobreza, para defender “patrióticamente” los intereses de una potencia extranjera y un puñado de “chilenos” que se enriquecieron a costo de ello.
Hoy, en un mundo que enfrenta una situación tensa y compleja, en el marco de la crisis de la fase neoliberal: disputa hegemónica – con significativos procesos en desarrollo que podrían implicar cambios en el orden mundial – con resurgimiento del fascismo; los “patriotas” vuelven a ser títeres del gran capital e intentan desestabilizar al gobierno democrático, suerte de resistencia “final” del capital al cambio democrático e igualitario. Frente a eso, defender al Gobierno, fortalecer la organización social, ampliar la alianza política, son desafíos fundamentales.