Benjamín Infante
A lo largo de todo el mundo nos enfrentamos a un mar de desesperanza, una desconfianza agudísima a las instituciones del Estado y al mismo tiempo una confianza religiosa a las instituciones del mercado (Edelman, 2023). En paralelo, la sociedad contemporánea occidental agoniza entre una escalada de protestas que no dejan de aumentar en frecuencia e intensidad durante las últimas décadas (Mayol, 2022). El malestar, entendido como la falta de confianza hacia las instituciones y el resto de la sociedad, tiene una explicación en la mediación de todas nuestras relaciones sociales a través del mercado.
Así visto, el proceso político chileno se puede explicar por la pérdida de confianza a la forma oligárquica y colonial de producir confianza en las instituciones y entre las personas. En concreto, la derrota del 4 de septiembre no se debió al convencimiento de la población respecto a una idea de sociedad diferente a la que estaba planteada en la propuesta constituyente, sino por la desconfianza que provocaba la idea de una relación nueva con las instituciones que aún no terminaba de cuajar. El malestar que provoca la incertidumbre actual de pérdida de confianza en las instituciones, genera rechazo per sé hacia el Estado y la forma de elitista de gobernar.
La política tiene el desafío de entregar certezas en un mundo incierto e inestable. Por este motivo, la promesa de seguridad a través de una sociedad del control, tienen amplia aceptación pese a la falsedad de la premisa que la sustenta, a saber, el aumento de delitos. Ahora, ciertamente que debemos avanzar hacia una arquitectura de Estado que contenga el avance del crimen organizado, fiel expresión del desarrollo capitalista, el problema es que en el espectáculo en el que estamos sumidos como sociedad, solo pareciera posible la articulación de la mentira.
No obstante, debajo de las luces persiste la sociedad. Una sociedad de individuos desestabilizados, inseguros, atomizados, pero una sociedad, al fin y al cabo. Una sociedad temerosa del colectivo. Y al mismo tiempo deprimida ante la sensación de vacío que le deja el voladero de luces del espectáculo. Una sociedad que quiere sentir, pero siente que no puede dado que todas sus relaciones sociales son satisfechas por medio del intercambio de mercancías.
Para superar el vacío entre la crisis de confianza al modelo oligárquico colonial en su variante corporativa, se requiere de una articulación política que agrupe a las izquierdas entrono a una estrategia común dirigida a construir poder entorno a referentes simbólicos claros que, integrando la diferencia, puedan llenar el vacío. En el marco de la actual crisis institucional, solo se dibujan tres alternativas en el mediano plazo: el populismo, que reemplace la institucionalidad por un líder; la propagación del miedo, donde cedamos voluntariamente nuestras libertades como un mal menor; y la transformación de la reproducción social capitalista, por medio de construir lo público entorno a una alianza público comunitaria y una economía productiva que dinamice las fuerzas productivas nacionales en un nuevo modelo de desarrollo (Güell, 2020).
En los casos comparados de crisis institucional de confianza, se ha demostrado una tendencia natural a la descomposición democrática liberal. Y es que, en todo el mundo, occidente enfrenta una profunda crisis civilizatoria. La contradicción más gravitante está situada en el campo cultural, por lo tanto, la alternativa histórica debe tener un correlato en el mundo del individuo para seducir, y debe afectar la economía reproductiva para poder realmente construir lo público. Ese ha sido siempre y sigue siendo la tarea de la izquierda, construir sociedad allí donde el capital la quiere destruir.
El actual debate constitucional sigue enclaustrado en una forma elitista de gobierno, y, aun así, es un espacio propicio para aunar interpretaciones entorno a referentes simbólicos propios que mantengan vigente la disputa por la reproducción social capitalista. Con la estrategia nacional del litio, algo se ha aportado en este sentido, ya que ha obligado a todos a pronunciarse al respecto, incluso la derecha, que ha tenido que ventilar los paños ideológicos que tenía guardados detrás del monologo sobre seguridad. No obstante, como sociedad organizada debemos ser parte de la construcción de este proceso de cambio de alguna forma. Y no podemos quedarnos únicamente enfocados en la participación electoral de un proceso, que como comentamos, se encuentra reproduciendo la forma oligárquica de confianza/desconfianza que ya fue rechazada por el pueblo.
Dentro del laberinto del Estado neoliberal y su forma elitista de gobierno, es muy difícil que podamos conseguir avances sustantivos, a no ser que arrimemos entorno a un mismo referente simbólico a un amplio espectro de fuerza social ejecutando, al tiempo que se coordina, una forma diferente de construir confianza social. Como decía Allende, “tenemos el gobierno, pero no el poder”, y hoy el poder es la confianza. Por lo que urge el desarrollo de una estrategia que convoque más allá de los partidos políticos para construir la confianza social necesaria que requieren las transformaciones estructurales que la fuerza del mercado, por un lado, y de la estructura de gobierno por otro, están dificultando implementar.
Bibliografía
Edelman. (27 de Abril de 2023). edelman.com. Obtenido de Edelman Trust Barometer: https://www.edelman.com/trust/2023/trust-barometer
Güell, P. (2020). De la desconfianza a la confianza: ¿oportunidad o riesgo? Mensaje, 69(688), 32-36.
Mayol, A. (2022). El abismo existencial de occidente. Santiago: Editorial Catalonia.