Jorge Navarro, Paula Vidal y Javiera Robles repasaron algunos episodios de la historia del Partido Comunista chileno, desde su fundación con Luis Emilio Recabarren, pasando por la Unidad Popular y la lucha clandestina en la dictadura civil-militar. Protagonizada por sindicalistas, intelectuales, profesionales, hombres, mujeres y familias completas que han delineado el rumbo de la colectividad en sus largos ciento once años.
Ical. Santiago. 15/6/2923. El pasado 4 de junio el Partido Comunista de Chile (PC) cumplió 111 años y en ese marco el Programa de Historia del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz (ICAL), organizó el conversatorio “De pie los esclavos sin pan: Episodios de la centenaria historia del Partido Comunista de Chile”, que contó con las exposiciones de Paula Vidal, trabajadora social y académica de la Universidad de Chile, del profesor Jorge Navarro, historiador y académico de las Universidades de Santiago y Alberto Hurtado, y de la profesora Javiera Robles, historiadora de la Universidad Nacional de la Plata. El foro fue moderado por el historiador de la Universidad de Santiago y director del Programa de Historia de ICAL, Rolando Álvarez.
La cita, que se desarrolló en el Salón de ICAL, contó con un centenar de asistentes, entre ellos, militantes, dirigentes sociales, políticos y sindicales de diferentes lugares de Santiago.
En la inauguración, el director ejecutivo de ICAL, Pablo Monje, destacó que “en sus largos ciento once años la tienda de la hoz y el martillo ha logrado ser protagonista de los procesos sociales y políticos de Chile y hoy tiene representación en todas las estructuras democráticas del país, es así como se ha convertido en el Partido Comunista más influyente de occidente, después del Partido Comunista de Cuba”.
En ese marco los y las expositoras relataron episodios de cómo los y las militantes fueron dando forma a un partido revolucionario, de lucha sindical, política y de clase.
Respecto a los inicios de las y los comunistas chilenos, el historiador Jorge Navarro, explicó los caminos que tomó el obrero tipógrafo, sindicalista y fundador del PC, Luis Emilio Recabarren, a principios del siglo XX. “Como Recabarren, muchos hombres y mujeres trabajadoras de su tiempo, buscaron que la emancipación de la clase obrera fuera obra de sus propias acciones”, manifestó.
En ese marco el historiador abordó el rol fundamental que alcanzaron los periódicos en la época. “Como las y los trabajadores no solo comemos, también los sindicalistas creían necesario que era importante aportar con instrucción y entretención. Por ello, una de las actividades centrales de los dirigentes obreros era publicar un periódico. Como tipógrafo Recabarren redactó e imprimió miles de páginas en las que atacó el egoísmo de la oligarquía chilena, defendió los derechos de la clase obrera y la convocó a organizarse como única posibilidad para lograr su emancipación”, añadió.
Y destacó que “cada frase que compuso estaba cargada de política, de sindicalismo y también de socialismo. Su opinión era que la clase obrera no sería respetada si no contaba con diarios de su propiedad. Entre 1912 y 1927 la Federación obrera de Chile publicaba más de veinte periódicos a lo largo del país, porque eran instrumentos políticos”.
“La propuesta de Recabarren exigía que el sindicato y el partido salieran de la sala de reuniones. Expandir a su esfuerzo el pliego petitorio o de la discusión de la línea política y se volcara a la totalidad de la cotidianidad de la familia obrera. El sindicato y el partido debían por lo tanto convertirse en instituciones abarcadoras y no exclusivamente laborales o políticas. La aspiración utópica de todo ello era construir una sociedad justa e igualitaria”, cerró Navarro.
En tanto, la académica Paula Vidal abordó los debates sobre igualdad en la previa a la conformación de la Unidad Popular. “Existen coincidencias entre el Partido Comunista y el Partido Socialista (PS), pero en el Partido Comunista no se expresa claramente, no hay una referencia explícita. Lo que sí hace Salvador Allende y Clodomiro Almeyda es que usan la palabra igualdad para referirse a aspectos de la sociedad chilena y sobre todo en el horizonte de transformación”.
Y añadió que “cuando nos adentramos en los programas políticos de la alianza PC-PS desde 1956 hasta 1973, vemos que con el Frente de Acción Popular y también en la Unidad Popular, se propuso una línea antioligárquica, anti imperialista y anti feudal, donde la reforma agraria, la nacionalización de las riquezas básicas y la participación activa del Estado en la democratización de los procesos, va a ser una línea clara que permite asociar la igualdad a la obtención de bienes y derechos sociales para todos y todas”.
“En los años sesenta comenzaron los debates de la libertad y para los comunistas y los socialistas, la libertad es en el sentido positivo de la autorrealización de la persona. Esto sirvió para que los socialistas y comunistas chilenos hicieran una profunda crítica de la situación en la que se encontraba la sociedad chilena y, sobre todo, imaginaron el proceso, no el proyecto de la sociedad del futuro. En la sociedad socialista y comunista se deberían redistribuir las riquezas y, sobre todo, apuntar a que apropiarse colectivamente de los medios de producción para poder levantar las iniciativas que permitan realizar la emancipación humana”, manifestó la académica Paula Vidal.
Mientras que la profesora Javiera Robles se refirió a los procesos que vivieron las mujeres militantes en medio de la política de rebelión popular de masas y la división sexual del trabajo. “El proceso de institucionalización de la dictadura, la represión extensiva hacia los partidos de izquierda y sus miembros por parte de los servicios de inteligencia del régimen, la profunda crisis económica producto del shock neoliberal delinearon los nuevos marcos de acción, donde el PC debió actuar”, aseguró.
“En clandestinidad y contextos de excepción histórica, las tareas y trabajos de cuidados no se detenían. En ese periodo se exigió a los militantes estrictas medidas de seguridad, entre las que se encontraba aprender normas de compartimentación que requerían cortar todo vínculo afectivo con sus seres queridos o viajar a fuera y dentro del país por largos periodos de tiempo, pero para las militantes que al mismo tiempo estaban a cargo de la crianza de sus hijos e hijas, tales exigencias representaron dificultades mayores, las mujeres debían transitar en ambos espacios, buscando un balance que rara vez se lograba”, explicó Robles.
Y concluyó que “la función materna no era compartida con los padres y en su mayoría no fue por opción de las mujeres. Algunas veces los padres eran ausentes y no se hicieron cargo a pesar de ser muy compañeros, pero como en muchas familias monoparentales, contar con una red de apoyo fue fundamental para que las mujeres continuarán militando. A nivel simbólico, las mujeres han transgredido la frontera de la vida para dominar también el mundo de la muerte y no sin pagar un costo en ese tránsito. La década de los 80 fue un reencuentro entre generaciones de militantes, de transmisiones, de experiencias y de relevos”.