Pablo Lobos Ruiz
En los últimos meses se ha observado mucho movimiento en la prensa internacional y a nivel interno en los países latinoamericanos que ostentan reservas de litio. Gran parte de las opiniones vienen del mundo de la industria minera, ligada a inversionistas o expertos en negocios, en otros es posible observar gran despliegues de ex funcionarios nacionales de gobierno, ex ministros, ex subsecretarios opinando, consultores de los negocios mineros dando “cátedra”, todos ellos sobre la baja pertinencia de las políticas orientadas al control estatal de esas importantes reservas.
Lo cierto es que el litio como materia prima para la electromovilidad ya es una realidad asumida como estándar de la industria por varias décadas, y en ello también contribuye la expansión que se observa en la implementación de fuentes de energías renovables que requieren y requerirán importantes esfuerzos de infraestructura de almacenamiento de energía para reemplazar exitosamente a las fuentes convencionales.
El caso de Chile es emblemático dada la naturaleza de su institucionalidad política y económica, gobernada por un criterio de lógica neoliberal que hace contraste con las decisiones soberanas tomadas por ejemplo en México, Argentina o Bolivia respecto a este recurso. Es que en este país suceden realidades asombrosas, como la propiedad privada del agua o la defensa un sistema financiero asociado a la la capitalización individual de las pensiones de los trabajadores. verdaderos casos de estudio para varias disciplinas.
Pero concentrandonos en el tema del litio, Chile se ubica sin duda en un lugar privilegiado del continente, sus más de 4 mil kilometros de costa y las generosas reservas minerales le otorgan un interés no menor a empresas transnacionales, gobiernos y bloques económicos de distintas partes del globo, que se encuentan con un país que posee una debilitada capacidad de para hacerse cargo de un proceso de industrialización mayor de sus principales recursos naturales, cobre, litio y madera, por mencionar algunos. Lo anterior no ha sido al azar, más bien un objetivo que desde mediados de los años 70 en Chile se ha estado implementado, así políticas tendientes a desincentivar la manofactura nacional, crisis económicas mediante, han erosionado esas capacidades para dar lugar a una sociedad de servicios y empleos dependientes de la industria extractiva.
Las hegemonías que dicho esquema productivo ha generado, han permitido y naturalizado la proliferación de varias fortunas que gozan de reconocimiento internacional, así Chile participa con sus family offices en el top 20 de los grandes ranking mundiales, mientras su sistema universitario y de producción de conocimiento se suele vanagloriar estar recién en las centenas de la élite científica mundial. Junto a ello (o contribuyendo) la mirada puesta en el norte global como horizonte de colaboración, ha hecho de Chile una suerte vecino lejano de los esfuerzos de integración energética, cultural, económica y científica que se observan en américa latina, una posición que requiere hoy ser revisada seriamente a la luz de los cambios geopolíticos que se viven y si es que realmente se quieren superar las brechas en materia de desarrollo industrial.
Las opiniones conservadoras hablan de no perder oportunidades y de que el tiempo se agota para Chile, pero ese tiempo parece no ser tan breve para la industria privada, que en Chile tiene faenas para al menos el 2043, una suerte de contradicción dificil de sostener. Hoy, estamos en pleno debate y los actores al más alto nivel discuten y tienen decisiones que tomar al respecto.
Para los de siempre, el 4 de septiembre se ha prestado como nunca como argumento que valida una mirada conservadora(vestirse con ropa ajena) y es comprensible que busquen decisiones que no cambien lo que se ha venido haciendo por décadas. Una suerte de ofensiva al servicio mantener a Chile competitivo en los rankings, pero no en los de ciencia sino en el de Forbes. Sin ánimo de menospreciar tan noble material, ese conjunto de activistas pretenden que Chile siga “en la greda”, asi que para evitar complejas descripciones anteriores les pondremos ese nombre.
Por fortuna la solidez del programa de gobierno ha limitado la ofensiva de la greda, pero su capacidad de presión es alta, hoy estan cohesionados como nunca para influir en las decisiones políticas sobre el litio y los salares. Pero no para generar conocimiento a partir de esta riqueza, menos industrializar sino para vender y rentar igual que como han estado acostumbrados. ¿Y el mundo de los conocimientos, las y los académicos, estudiantes, investigadores, creadores, qué rol juegan en este debate?
Si consideramos las oportunidades que ofrece una postura u otra, los resultados pueden ser muy dispares, la política meramente extractiva(de la greda) ligada a la industria del cobre ha dado lugar a una reducida masa crítica de investigación y desarrollo en pocas universidades sin instituciones públicas sólidas en generación de conocimiento tecnológico (de hecho el Centro de Investigación Minero Metalúrgico cerró hace algunos años).
No es dificil sostener que el día de hoy no existe una correlación entre la renta que dicho recurso natural(cobre) genera respecto al nivel de complejidad colectiva del sistema de producción de conocimiento asociado en el país. Honrosas excepciones son algunos llamados centros de excelencia dedicados al rubro, que no hacen más que dibujar una raya en el agua a la intensiva y multimillonaria demanda técnológica de una industria que en Chile exporta concentrado y que carece de capacidades de refinación polimetálica, menos de agregación de valor. Si nos concentramos en las macrotendencias académicas globales como son la busqueda de relacion con los ODS(objetivos de desarrollo sostenible) o la transdiciplina, la distancia entre desarrollo de esta industria extractiva y la matriz de generación de conocimiento no hace más que profundizarse.
Si de tomar decisiones que cambien esta realidad se trata, pareciera relevante que la comunidad científica chilena no se preste al mejor postor o a lo que la que solo las agencias de gobierno entiendan por políticas públicas de ciencia y tecnología ligadas al litio, menos al grupo de la greda. Más bien, se requiere una actitud proactiva en pos de abrir posibilidades para desarrollar nuevas perspectivas para Chile sobre la base del conocimiento. Para ello es relevante tomar voz y empujar a sus comunidades (sociedades científicas, instituciones, organizaciones estudiantiles, etc) a tomar en sus manos la oportunidad que se abre para todas y todos con un política soberana del Litio.
Por tanto no se trata solo de tomar postura por un esquema o por la propiedad, eso es importante y marca diferencia, sino de asumir un compromiso con una transformación profunda que impacte en diversos niveles, que construya nuevos circuitos de desarrollo productivo en regiones, que generen industrias con empleos y condiciones dignas, y que, en su conjunto, generen una demanda de conocimiento que haga sentido a la acción colectiva de los saberes para construir el bienestar de la sociedad chilena.
Que haga sentido realizar una contribución más allá del checklist de la rendición del proyecto, y se construya un vinculo profundo con la multiplicación de los saberes que hoy no puede realizarse desde una postura neutral pues ello es sustrato del statu quo(o de la greda)
Tomar postura tendrá expresiones prácticas en la institucionalidad, nuevas posibilidades en la relación de las instituciones con sus gobiernos locales, en la comunicación y relación de quienes trabajan en la producción de conocimiento, en la foma en que se toman las decisiones, en la comunicación con la industria y en las vías en que los conocimientos fluyen por el territorio nacional, de la mano de una conciencia colectiva que tenga noción de la contribución que se realiza en todos sus niveles y dimensiones.
La política del Litio hoy no se trata de hablar solamente de un nuevo sueldo de Chile sino de la oportunidad de construir la verdadera riqueza, aquella que no tiene fin ni frontera, el pensamiento, se trata entonces de encontrar una vía concreta para facultar al pueblo de Chile en su conjunto hacia la contruccion sólida de un ecosistema de conocimientos que el día de mañana podrá abrirse paso sin depender de trozo de suelo, o un cristal salino o de la desaparición de una cuenca y su cultura para ofrecer un futuro de prosperidad.
Esto se juega en estos días y dada su importancia nadie puede quedarse ajeno(o en la greda).