Juan Patricio Ponce Valdés
Si alguien quisiera conocer -con genuina y sana curiosidad- la importancia real de los vínculos entre la República Popular China y nuestro país, el primer dato que esa persona debiera saber, porque es el antecedente más revelador acerca de la calidad del vínculo entre ambas naciones, es que, desde hace 27 años, ordenadamente de manera sistemática y sin altibajos, Chile crece en sus exportaciones a ese lejano país de Oriente en un promedio de 17,1% anualmente. Es decir, desde exportar bienes chilenos a China por 446 millones de dólares el año 1995 a incrementar esa cifra a casi 28 mil millones de dólares el año 2022. Reiteramos, un crecimiento de nuestras exportaciones de un 17,1% anual. Un dato sorprendente e inusual que no sólo refleja la potente calidad de este intercambio económico sino, además, porque las importaciones de China a Chile por su parte alcanzaron a 18 mil millones de dólares el reciente año 2022. Es decir, unas muy convenientes cifras a nuestro favor que nos permiten señalar con énfasis que no solamente China es -desde el año 2010- el principal socio comercial de Chile, sino también, porque esa balanza de pagos mutua es ampliamente favorable a nuestros intereses comerciales nacionales en alrededor de 8 mil millones de dólares anuales. No sólo es un flujo comercial que crece sostenidamente sino con gran ventaja económica para Chile.
Decir que China es nuestro comprador principal no es un dato menor para un país y una economía como la nuestra, pues, inevitablemente debemos asumir que somos un país que representa un minúsculo 1% de la población oriental y somos, además, una economía pequeña y muy básica, abierta y dependiente del comercio mundial. Y es en este contexto en el cual China representa el 38,4% de nuestras exportaciones, en donde destaca claramente el cobre, con sus concentrados y derivados, que son alrededor del 84% del total de nuestros envíos a esa nación. De esta manera, debemos convenir que la relación Chile China es altamente conveniente, necesaria y privilegiada para los intereses de nuestro país. Ello explica que nadie, absolutamente nadie de todo el espectro político chileno ponga en duda la importancia de cuidar, fortalecer e incrementar, este intenso y cada vez más extenso vínculo de hermandad comercial entre ambos países.
Y si lo anterior no fuera suficiente para la conveniencia chilena en esta sociedad, hay más, China lidera el BRICS, asociación económica de 5 países fundadores, China, Rusia, India, Brasil y Sudáfrica, cuyo objetivo es potenciar las posibilidades de cada uno de sus miembros a través de, por ejemplo, la asistencia financiera mutua para determinados tipos de proyectos asociados al desarrollo de sus integrantes en una expresión de cooperativismo internacional a escala mundial. Con el reconocimiento de las instituciones internacionales vinculadas a la ONU y el énfasis en métodos pacíficos y conciliadores, el BRICS promueve la estabilidad política del sistema internacional y la transición a un orden multipolar, el que también deba contribuir a la construcción de un entorno favorable para el desarrollo económico, tecnológico, medioambiental, científico y cultural de sus países miembros. La milenaria sabiduría china en una fina expresión de modernidad siglo XXI.
Han anunciado públicamente su interés por ingresar prontamente al BRICS países como Arabia Saudita, Irán, Etiopía, los Emiratos Árabes Unidos, Egipto y Argentina. De llevarse a cabo estas incorporaciones estaremos hablando de una nueva conformación estratégica multilateral que, en lo inmediato, representará el mayor mercado mundial hasta ahora conocido, y estaremos recuperando, además, equilibrios geopolíticos urgentes y necesarios. La creación y consolidación del BRICS ciertamente es una noticia secretamente anhelada y gratamente esperanzadora para la comunidad internacional. Ha quedado tristemente demostrado que el orden unipolar de los últimos 40 años liderado por EEUU no representa un clima de paz ni de progreso para nuestra especie, ni siquiera de cuidado y protección del planeta y los ecosistemas ambientales que nos permiten la existencia, de manera tal, que explorar nuevas formas de organización es imperativo y necesario.
En este nuevo orden mundial que se avecina y configura, Chile no debiera asumirse ni tampoco situarse como espectador marginal ni menos como actor de reparto. Los vertiginosos tiempos de cambios en las estructuras internacionales son también las oportunidades históricas para liderazgos de pueblos con sentido de misión, de horizonte y trascendencia. Y si China se ha consolidado como el principal socio comercial de Chile sin ambigüedades ni reparos, sin discusión ni objeciones, es también la hora y el desafío de preguntarnos como país; por qué no acompañar al gigante asiático en esta aventura de liderar nuevos y mejores modelos de integración y cooperación internacional; por qué no ser parte activa y participativa de este nuevo esfuerzo planetario por alcanzar nuevos estándares civilizatorios para la humanidad; por qué no aportar los viejos códigos éticos desde nuestros pueblos ancestrales para recuperar nuestra armonía inevitable y el equilibrio indispensable con la naturaleza, nuestra casa madre, el único hogar que poseemos y del que nos estamos convirtiendo sin pausa ni pudor en sus depredadores egoístas, inconscientes y fatales.
China está hoy a la vuelta de la esquina, las actuales tecnologías nos permiten interactuar con nuestros socios principales en línea directa y en tiempo real en los temas e intereses que nos propongamos, es hora entonces, de intensificar lazos ya no sólo en lo comercial, sino también en lo político, en lo tecnológico y en lo científico, en un intenso intercambio de quehaceres y disciplinas para que el vínculo comercial sea apenas el portal para una futura hermandad cultural, estadio superior de las relaciones internacionales para ir cimentando del mejor modo posible -precisamente- ese ansiado y urgente nuevo orden mundial que necesitamos y nos merecemos.